Los fracasos son las mejores lecciones cuando se trata de conquistar mujeres... Pero todo depende de como reacciones...
Hace ya casi un año que volví a nacer. Exacto. Había logrado apoderarme del control venusiano y por arte de magia era capaz de atraer a damiselas en apuros en menos de lo canta un gallo.
Hace ya casi un año que volví a nacer. Exacto. Había logrado apoderarme del control venusiano y por arte de magia era capaz de atraer a damiselas en apuros en menos de lo canta un gallo.
Bueno, en realidad no siempre fue tan fácil.
La ciencia de la seducción , el ímpetu y la constancia junto con una cabezonería por la búsqueda de la automejora que rozaba con el perfeccionismo también me ayudaron a no desviarme del camino.
Al principio, a la hora de sarguear la transformación de príncipe a rana era un proceso habitual que no podía evitar a medida que se alargaba la conversación.
Posteriormente , eso se traducía en una motivación más en la vida con la que era capaz de disfrutar. Sí, esa era la palabra clave: DISFRUTAR. Y es que cuando más me concentraba en todo lo que hacía y transcurría a mi alrededor más gratificante y fluida era la conversación.
Parecía como si estuviera en una clase de yoga o de meditación Zheng en la que apreciar el aire con el que respiraba ya era reconfortante.
A veces también se planteaban conflictos. De vez en cuando llegaban los magueos, los contracortes, las máscaras de “Men Out” y otros problemas ambientales con los que te puedes sentir frustrado.
Al principio dolían. “¿Significa eso que todo lo que hago no sirve para nada? “-Me preguntaba. Acto seguido enchufaba la play, escuchaba música y volvía al mundo del frustrado corriente en el que la falsa apariencia, el juego sucio y la mala suerte sabotean el mundo.
Con el tiempo por suerte eso cambió. Y digo suerte porque muchos también escogieron seguir este camino de príncipes exiliados y no les condujo más que a una mayor frustración. Encontraron más profundo y oscuro el pozo de sus sueños.
En cuanto a mí; el disfrute del fallar, el perder o el ser rechazado comenzaba a crecer en mi interior. Al principio eso se traducía en una indiferencia total, pero al de unas semanas incluso parecía que llegaba a sonreir e incluso a reirme una vez volvía a mi casa.
Cualquiera que me hubiera visto en una situación como esas me hubiera tachado de loco o de retrasado.
Ahora me pregunto: ¿Importaba demasiado que fuera cierto? ¿Acaso no disfrutaba con lo que hacía?
Es más, los resultados no tardaron demasiado en hacerse llegar. El haber cambiado mi conducta en cualquier conversación había cambiado la forma de ser visto y tratado por la gente (especialmente de ellas).
La conclusión era clara, todo iba por el buen camino y las raices venusianas que había plantado en un primer instante estaban comenzando a germinar.
Sólo había que esperar que futuro les depararía.
PD: Esta es mi primera entrada, como podéis ver principalmente este blog lo usaré como diario personal aunque en ciertos momentos también crearé mis propias argumentaciones, exposiciones, sargueos, etc…